Actualmente hay en el mundo 25 millones de refugiados por causas ambientales. Esta cifra va a crecer y conformar una crisis de proporciones mundiales. Hay una respuesta jurídica a estas víctimas por causas ambientales, desde el punto de vista de la protección internacional. Hay un debate desde hace muchos años sobre si los refugiados medioambientales son merecedores de protección internacional. Es un tema con muchos detractores, no es una cuestión pacífica. Ni España ni Europa han llegado a una decisión definitiva sobre este tema. La Convención de Ginebra de 1951 fue la que estableció por primera vez quien es un refugiado y quien tiene derecho a la protección internacional de un estado. Ese año se estableció que las personas que huyen de su país por un temor fundado de persecución por raza, religión, nacionalidad, opiniones políticas o pertenencia a grupo social determinado gozarían de esta garantía. Pero el motivo de esa Convención, finalizada la II Guerra Mundial, era establecer las bases, dividirse a las personas que habían quedado en cada bando. Y el concepto de asilo era puramente político. Pero, los años pasan, y los conflictos pasan. Ginebra habla de persecución por parte del estado. El problema que se planteaba ahora, y abriéndose el abanico de conflictos, pues no desaparecen los conflictos sino que cambian o se transforman, es que se empieza a abrir el concepto de estado más allá de lo puramente estatal. Te puede perseguir un estado, una milicia, etc, al abrirse el concepto. Pero si te persigue la pobreza no.
En realidad este es un problema de desarrollo. Se habla de una pobreza que va mucho más allá de la causa económica. Es muy difícil aislar las causas ambientales de otras económicas o sociales. Pues generalmente las personas más vulnerables ambientalmente son las que viven en situación de pobreza, que viven en el medio rural, y cuyos bienes dependen en forma más directa de los recursos de la Naturaleza. Entonces cómo separar las causas medioambientales de las económicas y sociales se presenta difícil. A esto se agarran los estados para poner los límites y no reconocer las causas ambientales como motivo de refugio.
Los estados de occidente piensan que este tema se convierte en un coladero de causas económicas. Eso pasa en todas las causas que han ido desarrollándose después de la Convención de Ginebra. El legislador siempre ha tenido miedo de abrir ese hueco que hiciera que todas las mujeres afectadas por violencia de género pidieran asilo, los temas de orientación sexual, la identidad de género, o que han evolucionado mucho desde la Convención de Ginebra. La cuestión es que la Convención de Ginebra establece unos motivos y hay que encuadrar a los refugiados ambientales en ellos. Los estados no están en situación de replantearse la Convención. ¿Se puede replantear un refugiado medioambiental como perteneciente a un grupo social determinado, con un rasgo innato, con una característica común? Ese es el principal punto de discusión. Hay muchas voces discordantes sobre si se debe de modificar la Convención de Ginebra. Hay sectores que piensan dejarla como está pues a mejor no se va a ir y otros que piensan modificarla para incluir los refugiados ambientales. El Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo planteó un caso hace muchos años sobre un enfermo de VIH que no podía volver a su país al carecer de tratamiento allí. Esto está ligado al artículo 3 del Convenio Europeo de Derechos Humanos que establece que nadie puede ser sometido a trato degradante en el país de origen. En este sentido, el Tribunal estableció que nadie sería devuelto a un lugar sin derecho a un trato adecuado y condenó a Francia a readmitir al enfermo. Los derechos humanos son políticos, económicos, sociales, culturales y ambientales. Muchas veces, muchos de los conflictos del mundo actuales son conflictos por recursos naturales. Todavía hay muchos países donde el desplazamiento forzoso se produce por la tierra. Grupos paramilitares, al servicio de otros intereses económicos, desplazan a los propietarios de esas tierras porque le quieren dar otra utilidad (Sudamérica). Son motivos puramente ambientales (desplazamientos de pueblos indígenas). El motivo de persecución siempre es humano.
Algunas veces el problema no es la persecución sino que el entorno ha cambiado. Los cambios globales producidos por la desertificación o el Cambio climático hacen que un sitio donde se ganaba para comer deja de ser productivo. Es una marcha atrás en el desarrollo. No te echa un agente externo sino que no es posible vivir allí. En cierta medida si es un agente externo, pero no es tan fácilmente identificable. Hay que asumir nuestra responsabilidad como sociedades del Norte, como países enriquecidos, y notar que nuestras pautas de producción y consumo tienen un impacto global y se traduce en estos lugares a nivel concreto y local. El río se extingue, la pesca se extingue, la tierra deja de ser fértil, los caladeros están sobreexplotados, ya no hay pescado, y todo esto tiene que ver con cómo consumimos en el Norte. Si se mantuvieran las técnicas tradicionales de pesca los caladeros seguirían regenerándose de forma natural. Se agotan porque se aplican técnicas muy agresivas para el medio: arrastre y pesca industrial. Esa pesca se comercializa en los países ricos.
El modelo de desarrollo occidental ha tendido a traspasar sus problemas a otros. Cuando estos migrantes llegan al Norte las autoridades los consideran migrantes económicos sin considerar qué ha producido esa causa económica. Esas personas no son capaces de identificarse como refugiados medioambientales. Los que llegan al país de destino no se identifican así. Se genera una dinámica medioambiental que les aboca al refugio económico.
Ha aumentado la población mundial y esto perjudica a los ecosistemas. Vivimos en un mundo finito que no tolera nuestro modelo de desarrollo.
Los consumidores occidentales no vivimos las consecuencias de nuestra actitud hasta que llegan los migrantes económicos en que los rechazamos. No nos identificamos como causa ni a nuestra responsabilidad. El reconocimiento de los refugiados ambientales va a ser difícil. El planteamiento en España y Europa con respecto a los refugiados es cada vez más cerrado y las fronteras se están blindando. La crisis nos hace ser más mezquinos. Les estamos negando el derecho a salir y a llegar.
Las consecuencias son espantosas. Los migrantes son jóvenes y en los países de origen solo se quedan los viejos. Se está produciendo un drenaje, una pérdida de las personas que están en mejor edad para contribuir al desarrollo de sus sociedades porque se pierden por el camino y al llegar a Occidente. Se está produciendo una fuga de talentos (jóvenes, fuertes y preparados). El camino d la migración hace una selección natural de los migrantes, llegando al final solo los mejores. Son las personas más capaces, mas inquietas y con talento las que se van de sus países. Esto hace a los países de origen más vulnerables para adaptarse al Clima.
Esas sociedades podrían adaptarse al Clima pero pierden las personas que mejor lo podrían hacer. También hay una parte emocional. Al llegar aquí se les rechaza y su viaje es duro por todo lo que dejan atrás. Muchos retornan y sufren mucho. Ellos tienen que transmitir que no han cumplido los objetivos. El hecho de reconocer el fracaso migratorio en el entorno de origen genera mucho sufrimiento.
Todas las familias de origen pierden algún miembro que migra y asumen que la supervivencia supone desarraigarse. Europa tiene una posición defensiva frente a los migrantes. La opinión pública piensa que agotan los recursos del bienestar europeo.
La crisis es perfecta para concienciarnos de que hay que cambiar el modelo social por otro más sostenible. Entre los que se quedan en el país de origen, mayoritariamente son mujeres y se tienen que encargar de los niños y de los ancianos y del trabajo del campo. Así, las mujeres, que cada vez más emigran también, tienen una doble vulnerabilidad.
A nivel jurídico hay pequeños avances a costa de mucho esfuerzo. Pero hay que concienciarse y visibilizar este problema en los medios de comunicación.